La Depresión
Existen varios tipos de trastornos depresivos. Los más comunes son: la depresión severa, la distimia y el trastorno bipolar. En cada uno de estos tres tipos de depresión, el número, la gravedad y la persistencia de los síntomas, varían.
1. La depresión severa
Se manifiesta por una combinación de síntomas que interfieren con la capacidad para trabajar, estudiar, dormir, comer y disfrutar de actividades que antes eran placenteras. Un episodio muy incapacitante puede ocurrir una sola vez en la vida, pero por lo general ocurre varias veces en el curso de la vida.
2. La distimia
Es un tipo de depresión menos grave, que incluye algunos síntomas crónicos que se presentan a largo plazo, tales como los sentimientos intermitentes de tristeza, el cansancio, o la desmotivación, pero por lo general no resultan incapacitantes, aunque sí interfieren con el funcionamiento y la sensación de bienestar de la persona. Muchas personas con distimia pueden padecer episodios depresivos severos en algún momento de su vida.
1. El trastorno bipolar
También se le llama enfermedad
maníaco - depresiva. Éste no es tan frecuente como los otros trastornos
depresivos.
El
trastorno bipolar se caracteriza por cambios cíclicos
en el estado de ánimo: fases de gran exaltación o euforia (manía) y
fases con el estado de ánimo bajo (depresión). Estos cambios de ánimo pueden
ser dramáticos y rápidos, pero generalmente suelen ser graduales.
Cuando una persona
está en la fase depresiva del ciclo, puede manifestar uno o más de los síntomas propios del trastorno depresivo.
En cambio, cuando está en la fase maníaca, la persona puede
hablar excesivamente y
desarrollar una gran actividad con enormes despliegues de energía; en estas
circunstancias, la manía afecta también la manera de pensar, el juicio y el
comportamiento con las otras personas. Así, la persona experimenta sentimientos
de felicidad o euforia, sobredimensiona sus propias capacidades, comienza a
tener proyectos grandiosos, puede tomar decisiones de negocios descabelladas e involucrarse en aventuras
o fantasías románticas. Si la manía no se trata adecuadamente, puede empeorar y
convertirse en un estado psicótico (es decir, la persona puede perder
temporalmente la razón y la capacidad de diferenciar la realidad de la
fantasía).
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